Por: Ramón E. Azócar A.
Hace
ya algunos años atrás, cuando era apenas un estudiante de Ciencia Política de
la Universidad de los Andes, en la ciudad de Mérida, Venezuela, veía con
admiración el mundo académico; apreciar el trabajo a través del ejercicio del
conocimiento, amparados en la producción de saberes que viniera a resolver
problemas a la sociedad, era a mi juicio la opción más loable que persona
alguna, con vocación, pudiera hacer en esta vida planetaria. Ser docente
universitario implicaba para un joven veinteañero la mayor ilusión y esperanza
en su existencia.
El comienzo fue duro, porque cuando
uno aprecia desde la utopía de lo perfecto las cosas todo tiene posibilidades;
si me luzco como estudiante y saco las mayores calificaciones, tendré la mirada
de los tutores académicos y de allí me darán la posibilidad para poder ser
tomado en cuenta en algún Concurso de Credenciales u oposición; si soy
simpático con las autoridades no tendré obstáculos para llegar a ser
considerado para una plaza vacante en el área de saberes que siempre me llamó
la atención y a la cual he dedicado mi vida, la filosofía de la ciencia.
Pero la realidad mostró su verdad,
con claridad frente a mí se fueron delimitando los perfiles de las personas
mejor opción: aquellos que no generaban polémica y eran eunucos para defender
derechos y el idílico anhelo de una academia liberada y popular. Ese anhelo de
Paulo Freire de una educación que buscara el pleno y autentico desarrollo del
otro, como justa medida en que el otro se constituye, era la manera que tenía
de entender la academia, y así es que la entiendo, como un acto biofílico que busca el pleno desarrollo
de la libertad, del diálogo, de la comunicación, del desarrollo con y por el
otro.
Un personaje con esos ideales y
cargado de pre-conceptos que iban de un anarquismo federalista, donde la academia
no debe ser objeto de imposición, sino de trabajo dialéctico y humanista; donde
el camino no se vislumbra claro, pero nos encontramos ante unas perspectivas
que exige, en primer lugar, una comunidad universitaria y en segundo lugar, un
colectividad, que cierren filas para mejorar la enseñanza en las aulas
universitarias, y se consolide el derecho y la oportunidad de que todas las
personas, y en especial a las de las clases más vulnerables, tengan acceso al
ciclo completo educativo, bajo la convicción de que hay que defender a pesar de
las opiniones clasistas de un Arturo Uslar Pietri, el cual llegó a expresar que
la masificación de la educación había sido un error, y que pasa necesariamente
por una transformación global y radical de la sociedad. No pude entender, y aun
no entiendo, como la universidad es un espacio de personas con vocación y
talento, cuando en sus salones se diserta acerca de la vida y de las cosas que
en esa vida ha construido los seres humanos. Una universidad es de todos y para
todos, unos se lucirán más que otros, otros lograran alto renombre como
catedráticos, investigadores o extensionistas, pero el común aprenderá a
valorar el espíritu de libertad que da el pensamiento abierto, directo y humano.
Las universidades no se masifican, simplemente fluyen en un cauce permanente en
ese inmenso río de saberes que es la sociedad y de ese flujo de conocimientos
todos toman un poco y alimentan sus caseríos y ciudades.
No era posible que un aspirante a
docente como yo llegara, con ese grupo que me tocó interactuar no me iba a ir
muy bien, ni me fue, pero pude alcanzar, más por mi disciplina que por mi
talento, ser pre-parador de metodología de la investigación y allí me tocó
darle clase a figuras hoy muy renombradas de la vida política nacional en
Venezuela. Llegó un momento en que los profesores que fungían como titulares en
esas asignaturas de metodología vieron con mayor pertinencia colocar al
aprendiz a dar clases, y de ese modo, con apenas veintidós años de edad, me
estrené como docente universitario. Estuve tres años en esas funciones, tipo
cartera de trabajo, y como preparador de la ULA, logré mantener a mi esposa e
hijo de aquellos años, es decir, podía sentirme útil y sobre todo garantizar la
manutención de los míos.
Pero ya a finales de la década de
los noventa del siglo XX, el asunto no estaba fácil para las universidades
autónomas ni menos para las universidades experimentales en Venezuela; a juicio
de Gertrudis Ziritt
y Haydée Ochoa Henríquez (en su ensayo “La reforma universitaria en Venezuela:
Promovida por el Consejo Nacional de Universidades en los noventa”, 2008),
desde 1979 la sociedad venezolana comenzó a experimentar un profundo deterioro
económico expresado en cualquiera de los indicadores que se usan para medir
esta actividad y que inexorablemente se ha traducido en una dramática
involución en la calidad de vida de vastos sectores populares; sería en los noventa cuando se percibe con
fuerza la pérdida del poder adquisitivo de los venezolanos y el incremento de
los elevados niveles de pobreza y desigualdad. El escenario que se fue montando
entorno a las universidades tuvo como característica: crisis en el modelo rentista, deterioro del
bienestar colectivo, explosión social, pérdida de legitimidad de las
organizaciones públicas, promoción de una economía de mercado con orientación neoliberal
propiciada por el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, crisis financiera,
baja significativa de los precios del petróleo, intentos de Golpes de Estados, presiones
por parte de organismos internacionales como: BM, Fondo Monetario Internacional
(FMI), abandono de la protección por parte del Estado de toda una red de
beneficios a los cuales se estaba acostumbrado, tales como: prestamos, empleo
estatal, subsidios, tarifas, controles de precios y regulaciones laborales,
entre otros.
Esta realidad detonó, expresan Ziritt
y Ochoa, la crisis que más ha golpeado
la dignidad y vida de los venezolanos desde la llegada de la independencia por
allá en el siglo XIX; una crisis profunda caracterizada por un clima político y social tenso
y pesimista; para algunos consecuencia de la crisis económica y de los programas
de ajuste estructural del gobierno de Pérez, quien abandonó el mercado
nacional, que era protegido por el petróleo, para colocarse a favor del mercado
internacional competitivo global, sin poner en práctica una alternativa de
producción nacional diferente a la petrolera que diera razón de las
potencialidades del país, para poder competir en igualdad de condiciones con el
mercado internacional.
En el ámbito de la educación
universitaria los problemas de las
universidades en la década de los 90, se dieron en razón de: la considerable expansión
de la matrícula, creación de universidades en las principales capitales de los
países, diversificación de carreras universitarias, un incremento importante en
la oferta privada, una marcada diferenciación institucional, una severa restricción
del gasto público en educación superior y una acentuación asimétrica de la
internacionalización, de la cual Venezuela formó parte; es decir, las
transformaciones globales en términos de políticas públicas de educación
superior, no se dieron en la década de los noventa, sin embargo, recalcan
Ziritt y Haydée Ochoa, hubo iniciativas en la segunda mitad de la década pero
que no lograron concretarse, entre las que destaca la preparación de un nuevo
proyecto de ley de educación superior, la negociación de un posible proyecto
del Banco Interamericano de Desarrollo, para el mejoramiento de la calidad
universitarias, las reivindicaciones salariales de los profesores, trayendo
consigo los programas de evaluación individual y voluntaria, tales como el
Programa de Promoción al Investigador (PPI), promovido por el FONACIT, el
premio de la Comisión Nacional de Beneficio Académico (CONABA) creado por el
CNU en el 1992 y coordinado por el gremio que representa a los profesores
universitarios del país; programas éstos de los cuales, no se conoce su impacto
en la elevación de la calidad y productividad institucional.
Como se puede ver la crisis
universitaria comenzó siendo una crisis de valores institucionales, de
necesidad de actualización de programas y contenidos de saberes, pero se ha
conocido más por lo correspondiente a la agenda de decisiones entorno a la homologación
de sueldos y la Reformulación Presupuestaria. La década finalizó, afirman Ziritt
y Haydée Ochoa, sin la aprobación de una nueva “Ley” universitaria, que es una deuda que se
tiene con la comunidad universitaria venezolana, y la renovación de autoridades universitarias
por la vía del voto directo, popular y democrático, que le dé legitimidad a las
autoridades y les permitan tomar decisiones sin que sigan el patrón del
despotismo y el abuso de autoridad. Las universidades venezolanas hoy día son
regentadas por personalidades que asumen el mandato como extensión de sus
derechos ciudadanos, teniendo el poder de ingresar o sacar personal sin el
debido estudio de su desempeño profesional. Hoy vale más ser una entidad
eunuca, servil y rastrera, que un profesional con honores académicos que
mostrar.
En el caso de la Universidad
Nacional Experimental de los llanos Occidentales Ezequiel Zamora, UNELLEZ, en
un estudio realizado entre enero y febrero del 2023, aplicando un cuestionario
a través de Google-Formulario, a mil quinientas personas distribuidas en los
cuatro vicerrectorados ubicados en San Carlos (Cojedes), San Fernando (Apure),
Guanare (Portuguesa) y Barinas (Barinas), se pude concluir, desde la voz de
docentes, personal administrativo y obrero, y los estudiantes, que se
encontraron los siguientes síntomas de problemas que la ubican en una crisis de
alto nivel: ausencia total de integración de los elementos que componen en subsistema
de la universidad, a saber, la comunidad universitaria y el conjunto oficinas o
instancias burocráticas que conforman el subsistema universitario y que tiene
como signo dificultades en la transferencia de saberes hacia situaciones de
necesidad que se da en las relaciones humanas y laborales; duplicación de
programas e instalaciones para grupos reducidos de beneficiarios que resulta en
incremento de costos; el uso poco eficiente de los recursos humanos y físicos;
diversidad de políticas y normas, que afectan a los alumnos y al personal, entre
otras; acceso a la UNELLEZ, se hace por tres vías: los certificados con Media
General, que ingresan por el proceso de
admisión diseñado por la OPSU, los que acceden por procesos internos de admisión
y los que lo hacen por una combinación de las dos anteriores, ahora bien, las
pruebas originan un déficit neto de cupos para atender la demanda, que deja sin
ingreso a un número cada vez mayor de estudiantes, que solicitan ingreso en
carreras distintas a las solicitadas originalmente o en instituciones que no
son las de su preferencia, otros simplemente no ingresan, lo que produce una serie de problemas sociales, que
sin considerar la deserción de los que logran incorporarse al subsistema,
agravan la crisis; la improvisación en la apertura de algunas carreras de pre y
postgrado, buscando ampliar la oferta académica y lo que se hace es admitir
estudiantes para cubrir expectativas que se evaporan al darse estudios de
informática sin salones especiales para las prácticas profesionales de rigor;
el cogobierno de la UNELLEZ, ha sido mal interpretado tanto en la idea de una
acción de resguardo de los derechos ciudadanos de la comunidad universitaria, a
través de una intervención mal enfocada y mal administrada, donde se promueve
una democracia mal entendida, abuso de la autonomía, gestión de autoridades
donde se realza la ineficiencia, la academia desarticulada, paternalismo aberrante,
populismo catalizador de indisciplinas intolerables, facilismo deformador de la
conciencia ciudadana, clientelismo propiciador de burocracia incapaz, institucionalización
del igualitarismo que conduce a subestimar la importancia de la autoridad, el
orden y la disciplina, preferencia por la improvisación, desprecio por la
planificación, resistencia a los cambios modernizadores, prevalencia de lo
administrativo sobre lo académico, entronización de intereses particulares y
grupales, desprecio por la meritocracia, desmoralización preocupante,
desprestigio ante el país, práctica de la componenda, ingerencia del partido de
Gobierno en las decisiones de la institución, centralización inoperante,
procedimientos lentos, exagerada reglamentación que no se aplica o si se aplica
es según la conveniencia de los grupos de poder, discrecionalidad en algunas
instancias, falta de estímulos al rendimiento excepcional, repitencia costosa,
bachilleres que se inscriben solamente para medrar de privilegios estudiantiles,
inflexibilidad curricular, incumplimiento de la carga horaria, irregularidades
en el ingreso de estudiantes y trabajadores, temor a la competitividad, falta
de racionalización del gasto universitario, duplicidad de funciones, curricula
desactualizados, escasa vinculación con el entorno social, injusta prestación
de los servicios estudiantiles, indecisión o retardo en la toma de decisiones,
falta de valentía para tomar posición o emitir criterios sobre aspectos álgidos
de la vida universitaria, temor a la evaluación institucional, afianzamiento de
la homologación en las remuneraciones del personal docente y de investigación
que no considera la productividad, falta de actualización de la mayoría del
personal académico, institucionalización del docente-administrador, práctica
educativa empobrecida, investigadores sin publicaciones, profesores que no son estudiantes,
docentes que no dan clase, indisciplina administrativa, paralización continua
de actividades por motivos que no la justifican, traslado de los problemas
internos a las áreas urbanas, violencia incontrolada, terrorismo político,
existencia de fraternidades de complicidad mutua,
funcionamiento
de economías que provocan despilfarro de recursos, falta de motivación, pérdida
de identidad, escasa vinculación entre las funciones de la institución,
deficiente sistema de información, impunidad peligrosa, alta relación personal
administrativo técnico y obrero con respecto al personal docente, alto número
de estudiantes en proporción con el número de profesores, gerencia ineficiente,
relaciones Universidad-Estado fundamentadas en la desconfianza; de manera
concreta, bajo rendimiento académico y administrativo, y una gestión del
cogobierno universitario totalmente divorciada de los interés de la UNELLEZ,
como institución y como comunidad en constante comunicación con los sectores
del poder popular organizados a su alrededor.
La crisis de universidades como la
UNELLEZ, son parciales complejas, pertenecen al grupo de las crisis focales,
caracterizándose por presentar alteraciones en la conciencia, la presencia de
una aura y sintomatología psicosensorial, cognoscitiva y afectiva; este tipo de
crisis altera el nivel de conciencia de la comunidad universitaria y hace que el
colectivo se quede con la mirada fija en el espacio, obligando a las
autoridades a tomar decisiones que respondan a los requerimientos del colectivo
y no a los grupos de poder o de partido que ven en las instituciones
extensiones unipersonales de sus comandos de campaña para aspirar cargos de
elección popular y de ese modo tener acceso a los beneficios del poder
político.
Hoy la UNELLEZ, está ante una
situación dura y difícil; por un lado, tener que justificarse como institución
con prestigio y pedigrí a nivel internacional en investigación, de por qué ha
bajado tanto de ranking y por qué ya no tributa como lo hiciera hace veinte
años; así mismo, justificar por qué los altos cargos de gerencia académica los
están ocupando personas sin formación y títulos de cuarto y quinto nivel, ni
experiencia investigativa comprobada y verificada nacional e
internacionalmente. Tenemos muy contados científicos en ciencias aplicadas,
pero no contamos con buena representación en otras ciencias como las de
educación y sociales, allí no hay un grupo que se pueda decir o llamar pionero
para llevar adelante estudios e investigaciones en sus campos de saberes de
primer nivel. Esta debilidad es más lapidaria que la falta de salarios dignos o
beneficios sociales limitados para el sector académico, porque se trata de una
crisis no de valores propiamente dichos, sino de “creación de valores”, si no
hay capacidad de producir nuevas teorías cómo se piensa implosionar en el mundo
académico con números y letras que sean de primera.
Otro aspecto duro en la experiencia de la UNELLEZ del 2023, es que se ha venido alimentando del compadrazgo y el amiguismo para crear grupos de poder interno que tomen las decisiones, colocando a un lado, allá en el punto más marginal del espacio físico de la Universidad, las mentes con experiencia, pertinencia y sapiencia para devolverle el prestigio a la UNELLEZ. Los regentes de la autoridad maltratan, persiguen, vilipendian, practican la indiferencia hacia personas que sin duda inyectarían optimismo y esperanza a la Universidad que Siembra. Estamos aun esperando un liderazgo en un amanecer que no retorne con ejemplos de soberbia, egolatría, entre otras; considerando más cubrir las necesidades personales y satisfacer los intereses del grupo de poder, teniendo poco o nada en cuenta las necesidades e intereses de la gran familia unellecista.